Un silvano en Hobbiton

Tuesday, October 24, 2006

Aventuras en la Comarca II

Vi a los niños que me guardaban mirándome con cara de espanto. Quizá esperaban que les deleitara con algún truco de magia, o que de pronto desapareciera por el efecto de algún conjuro, o algo así. No lo sé. Yo no sé producir magia, lo que se dice magia de este tipo al que estais acostumbrados en las películas y en los cuentos de hadas. Pero salté encima de una rama que estaba inmediatamente debajo de la que había elegido para dormir. El salto debió ser un poco repentino, pues los niños dieron un pequeño salto atrás y se espantaron de verdad.
_Si nos haces algo nuestros papás te darán tu merecido, ¡quédate ahí!
_Por favor...elfo guapo, no nos hagas nada.
_Creo que deberíamos dejarlo estar. Todo esto no es cosa nuestra.
_Cállate, eres un cobarde. ¿Qué pensarían luego los demás de nosotros? ¡Nos quedamos!

Decidí entonces enseñarles una de mis mejores sonrisas (la mejor que podía enseñar un rostro que ha estado vagabundeando durante semanas), saqué mi flauta de madera y empecé a tocar una tonada sencilla y alegre, de danza, que aprendí en un viaje que hice a Rivendel, hace muchos, muchos años. Era una canción que se solía tocar siempre a la puesta de Sol, dentro de los frondosos bosques. Aún recuerdo las risas, el regocijo y la música de aquellos elfos mientras iba paseando por aquel camino verde y empedrado que llevaba hacia el valle.
Entonces aquellos niños, con toda su inocencia, empezaron a bailar y a reir alrededor del árbol. Era un cambio de actitud muy típico entre los niños. Pasar de una gran desconfinza y del miedo a la alegría y a la confianza en cuestión de segundos. En eso sí que se parecen entre sí todos los niños del mundo: elfos, humanos, enanos y hobbits.



Mientras los niños danzaban y se perseguían entre si al son de mi música entre alegres risas, vi a lo lejos un grupo de hobbits adultos dirigirse hacia mi. Por la forma que tenían de vestir parecían trabajadores del campo, y con mi vista pude ver que sus miradas no eran de curiosidad como las de sus hijos, sino de miedo.
Los demás niños fueron a unirse a la Fiesta que yo había organizado.
_¡Papá, ven, corre! El elfo de los bosques está tocando la flauta!
Y todos los niños que antes, temerosos, me habían mirado como si yo fuera una bestia salvaje a punto de saltarles encima, estaban todos dándose la mano y danzando alrededor del árbol. "Esa es la única magia que sé hacer" dije para mis adentros, mientras seguía interpretando la canción.



Pero a todo eso los adultos llegaron con sus azadas y sus hoces, y al distinguirme se pusieron a murmurar entre ellos con nerviosismo y a señalarme llenos de temor. Al cabo de un rato, uno de ellos, el que parecía el jefe, se acercó al árbol.
_¡Niños, iros a casa, eso no es cosa vuestra!
Pero los niños seguían danzando alegremente y riendo sin parar. El Hobbit siguió gritándoles y amenazándoles con castigos, pero los niños parecían estar sumidos en un sueño profundo de felicidad, parecían estar en un trance del que nunca querían salir.
Al ver su actitud, todos los padres terminaron cogiendo a sus hijos de sus orejas y llevándoselos a rastras de ahí.
_¡Hoy te quedas sin cenar, chico!
_¡Pero papá no le hagais nada, es un elfo bueno!
_¡No quiere hacernos daño!
La música paró
_¿Qué es eso tan importante que quereis decirme como para interrumpir la felicidad de un niño y la música antigua de los elfos?_dije, muy enojado.
_¡Niños! ¡Esto no es un elfo, es un ser maligno que ha venido aquí con artes oscuras a nublar nuestras mentes!
_Eso es cierto, es un ser muy peligroso. Ya no quedan Elfos en la Tierra Media. ¡Es un impostor! Niños, ¡iros a casa!_dijeron todos los adultos.
Los niños, sin dejar de protestar, y algunos llorando, se fueron con la cabeza gacha hacia sus casas, viendo que los adultos ya no les daban tregua.
_¡Es un elfo bueno!_seguía diciendo alguno, con el riesgo de llevarse una fuerte colleja.
El que parecía el portavoz del grupo, se acercó al árbol y me miró fijamente, con una mezcla de ira y miedo.
_Y ahora más vale que te vayas, antes que te cosamos a flechas, ¡maldito! Hace mucho tiempo que vivimos en armonía, y ahora un impostor como tu no vendrá a engañarnos. Tu apariencia te delata. No eres un elfo.
Me quedé alucinado de escuchar aquellas palabras. Aunque, por otro lado, no me extrañó su reacción. Eran gentes de paz, y todo lo extraño, sobretodo después de sufrir la Guerra del Anillo, les parecía hostil. Aún así, no por ello suavicé mis palabras.
_Si es así como juzgais al prójimo, me habeis demostrado que los verdaderos niños soys vosotros. Pero no os preocupeis. Volveré, aunque solo sea para ver felices a vuestros hijos_y al decir eso desaparecí dentro del bosque, como una ráfaga de viento.

Y cumplí mi promesa. Al cabo de poco tiempo...Volví

Sunday, October 22, 2006

Aventuras en la Comarca I

Esta carta va dedicada a vosotros, amigos del Otro Lado, que habeis esperado mis cartas durante tanto tiempo (véase -> http://silvanostree.blogspot.com/ ). Os debo mucho a todos, sin vosotros no habría podido superar todo lo que he tenido que superar durante todo este tiempo. Habeis sido mi esperanza. En esos últimos meses han pasado tantas cosas que ahora mi pluma es reacia a escribirlas, por miedo a dejarme algo de importancia. Pero bueno, lo que tiene importancia para mi ya carece de importancia. ¿Qué es lo importante? Creo que lo único importante que existe en ambos mundos es el Amor. La Gran Guerra contra el Señor Oscuro ha terminado, y los Elfos supervivientes ahora nos vemos obligados a marchar. Tal y como yo vaticiné, aún saliendo victoriosos deberíamos abandonar nuestro amado hogar...y eso precisamente es lo que ha pasado.



Mis lágrimas aún caen al recordar lo duro que resultó abandonar la tierra donde las flores sueñan. Cada uno escogimos nuestro camino, sin rencor y sin odio. Todos los amigos con los que había compartido tantas cosas sobretodo en los últimos tiempos han desaparecido. Han sido siglos de canciones, de andar y reir bajo la luz de las estrellas, de escuchar la dulce y tierna voz de Galadriel mientras navegaba con su Cisne. Son tantos sentimientos juntos que se me hace imposible dedicarles más palabras. Solamente el silencio puede resumir todo lo que he sentido y lo que he aprendido durante todos estos años. Pero a pesar que mis ojos están húmedos, mi corazón, por el contrario, ahora sonríe, se siente afortunado de haber podido vivir entre gente tan maravillosa y misteriosa como el mismo Universo en el que vivimos.



He rehusado abandonar la Tierra Media. No he querido huir, pues siempre que lo he intentado mi alma ha enfermado y siempre he tenido que terminar enfrentándome a mis miedos. Así pues, he decidido desterrar todo el dolor que me producía saber que el tiempo de los elfos ha terminado y...empezar una nueva vida. Aunque viniendo de un Elfo eso suena extraño!! Ha sido una decisión un tanto humana. El Elfo en general es un individuo fatalista. Yo ya estoy harto de escuchar a mi supuesto destino. Pensé: todos los elfos se embarcarán hacia el Oeste tarde o temprano, pero...¿por qué yo tendría que hacer lo mismo?

El día que todo terminó, el día que supimos que el Señor Oscuro había sido vencido por aquel bravo hobbit que un buen día guié junto a la gran mayoría de su compañía hacia Caras Galadhon, hice mi macuto, y sin despedirme y sin mirar hacia atrás salí del Bosque y crucé las montañas grises, sin pensar en ningún momento en las consecuencias que me traería haber tomado aquella decisión. Muchos de mis amigos quizá creyeron que me había marchado hacia las Tierras Imperecederas para jamás volver a la Tierra Media...pero sin duda se equivocaron. Estaba harto de vivir con la melancolía incrustada en mi corazón. Y mientras precisamente pensaba en ello, a lo lejos vi unas lomas verdes rodeadas por grandes bosques, unas lomas de un verde tan intenso que en mi vida me lo hubiera imaginado. Era una belleza diferente a la de Lóthlorien, una belleza más terrenal y sencilla, que de buen principio me fascinó. Era como si recordara aquellas tierras por efecto de algún conjuro extraño. Nunca había salido del Reino, y solamente sentir el viento perfumado provinente de aquellas explanadas gigantescas hizo que mi corazón se pusiera a bombear apasionadamente, como en los días de mi juventud.



Dejé el gran camino a un lado, y me dejé llevar por mis instintos. Me sentía otra vez como un niño, sonriendo solamente por la visión de ver pasar los rayos de Sol entre los árboles, por el punzante frescor del agua de los arroyuelos que cruzaba descalzo.
Quizá hacía siglos que no se veía un elfo solitario correr y reir por prados y túmulos, bajo la luz del día.

Pero los Elfos tenemos una pequeña peculiaridad: tenemos otro concepto del tiempo, diferente al de los humanos, al de los enanos y al de los hobbits. Así pues, me pasé una semana entera (que a mi me pareció un minuto) dando vueltas por la Comarca y alimentándome de frutos, raices y otras "porquerías" que a nosotros nos gustan tanto. También con el agua de los arroyos me bastaba, y dormir al raso lógicamente no me molestaba, todo al contrario: siempre buscaba un buen árbol al que trepar en los lugares más recónditos de los Bosques. Estaba tan contento y feliz de poder ver otros parajes y de descubrir tantos rincones nuevos, que me había olvidado totalmente del mundo real...hasta que este último me vino a buscar en forma de rumorología.

Si, lo que leeis.

Rumorología hobbit, una cosa que un Elfo como yo con ya unos cuantos siglos de existencia no había previsto. ¡Y sabiendo que son como humanos, pero en versión pequeñaja y encima más curiosos aún! En el octavo día de merodeo, no se me ocurrió otra cosa que fijar mi "residencia" en un árbol muy cerca de una aldea. Fue uno de los mayores errores de mi vida. A la mañana siguiente, unos extraños golpecitos en la cabeza me despertaron. Antes de abrir los ojos, oí risitas y conversaciones llenas de excitación que provenían de abajo. Me froté los ojos, dirigí mi mirada hacia abajo, y lleno de asombro descubrí que me miraban unos niños de estatura minúscula, los cuales me tiraban piedrecitas. Al notar que les miraba, se pusieron a gritar y a señalarme, con unas miradas que denotaban una sorpresa mayúscula.

_¡Así que eran ciertos los rumores! ¡Es un elfo errante, un Elfo perdido que hace días que camina por nuestras tierras!
_¿Pero no está muy sucio y demacrado para ser un Elfo?
_¡Quizá es el fantasma de uno de ellos, ya sabes, una aparición!
_Me da miedo, los Elfos son bellos, y esa cosa me asusta. ¡Esto no es un Elfo!
_¡Llamemos a los mayores!
_¡Eso, eso! ¡Quizá ellos lo consigan hacer bajar!
_¿Y si se escapa?
_Tu, tu y tu, quedaos a hacer guardia.

Justo después que uno de ellos dijera eso, casi todos los niños se fueron corriendo de allí, y desaparecieron de entre los árboles.
Podía haberme escapado perfectamente de aquella situación, pero mi corazón me recomendó que esperara. Y así fue como me encontré, rodeado de unos seres que aún no sabía que eran niños hobbits, y esperando que sus padres me vieran con mejores ojos.

Aquella situación me divertía.